Todos vamos a hacer la compra pensando “hoy no voy a gastar mucho”, y así creemos hacerlo hasta que llegamos a la caja y…¡Oh, sorpresa! Una vez más nos hemos pasado del presupuesto. Para evitarlo aquí os dejamos un interesante post sobre cómo hacer la compra de manera eficaz.
Hacer siempre una lista de lo que necesitamos.
No solo la lista nos ayuda a no olvidar lo que veníamos a comprar, pero nos permitirá reconocer aquellos artículos que no teníamos previsto comprar. Si es porque nos falto incluirlos en la lista, no pasa nada, pero si es algo que en el fondo no necesitamos, podremos decidir si lo acabamos comprando o no de forma consciente, y no compulsiva.
Nunca ir a comprar con el estómago vacío.
Nuestro estado de hambre influye enormemente en las compras. Si tenemos el estómago vacío, vamos a tener tendencia a comprar más comida de la que necesitamos, y en particular artículos que no son buenos para nuestra salud como chucherías, galletas o aperitivos.
Recorrer la tienda siguiendo un patrón lógico.
Si recorremos la tienda siempre de forma exhaustiva y lógica, pasillo por pasillo, siguiendo nuestra lista, nos aseguraremos de hacer una sola pasada, y como estaremos pendientes del orden, seremos menos sensibles a compras compulsivas.
Revisar siempre los precios basándose en el precio unitario.
El volumen de un envase puede ser engañoso, igual que a veces los tamaños familiares no salen más baratos que otros más pequeños. La única forma de saberlo es comprobar el precio unitario (por kilo, por litro, por unidad) que aparece en la etiqueta.
Apuntar los precios de los productos más habituales.
Incluso cuando hacemos la compra semanalmente, puede resultar difícil recordar todos los precios de los principales artículos. Apuntarlos nos permitirá compararlos con otros supermercados y elegir donde nos interesa más comprar. Incluso podemos especializar nuestra compra por tienda (la fruta en una, los refrescos en otra, la carne en una tercera), siempre que no nos complique demasiado la logística.
Probar otras marcas más económicas.
Evidentemente, no vamos a sacrificar todo al precio. Algunas versiones de marca blanca de productos muy conocidos son bastante malas, pero otras a cambio son excelentes, e incluso a veces las producen las mismas empresas que la marca conocida. Para saberlo, y puesto que todo depende del gusto de cada uno, la mejor solución es ir probando los productos de marcas blancas o de marcas más económicas (por ejemplo un par de productos a la semana). Si nos gusta, ya habremos conseguido un ahorro duradero y sino estaremos mejor informados.
Comodidad o precio.
Los supermercados nos ofrecen a menudo unos productos listos para el consumo, que agradecemos mucho pero en algunos casos la ventaja que conllevan no compensa el sobre coste. Por ejemplo, la lechuga ya cortada y lavada puede costar 4 veces el precio de una lechuga normal. Lo mismo pasa con muchas otras frutas y verduras, o con algunos platos preparados sencillos. Evidentemente, esto depende de la prioridad de cada uno, pero si disponemos de un poco de tiempo, nos merece la pena complicarnos un poco y ahorrar.
No solo la lista nos ayuda a no olvidar lo que veníamos a comprar, pero nos permitirá reconocer aquellos artículos que no teníamos previsto comprar. Si es porque nos falto incluirlos en la lista, no pasa nada, pero si es algo que en el fondo no necesitamos, podremos decidir si lo acabamos comprando o no de forma consciente, y no compulsiva.
Vía IdeasyAhorro